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El culo de mi novia
ROMPIENDOLE EL CULO A MI NOVIA - Senti como mi conchita chorreaba, mi cuerpo reacciono con deseo que no podia controlar, solo queria escucharla gemir, gritar como una puta que le duele lo rico que le rompo su concha rosadita
ROMPIÉNDOLE EL CULO A MI NOVIA Sentí como mi conchita chorreaba, mi cuerpo reaccionó con deseo que no podía controlar, solo quería escucharla gemir, gritar como una puta que le duele lo rico que le rompo su concha rosadita
¡Hola! Soy una Argentina de 21 años. Morocha con la piel muy
blanca y un cuerpo definitivamente de mujer, con todo en su lugar y un una
figura con memoria de las épocas que hacía deporte. Tengo pareja hace 9 meses,
mi novia tiene 20 años, es una búlgara morocha de ensueño, cuerpo perfecto y
carita angelical. Ninguna de las dos estuvo antes con otra mujer, nos enamoramos
hace 2 años y desde que nos conocimos jamás fuimos capaces de separarnos.
Esto que les voy a contar fue uno de los momentos más ricos y especiales que
sentí con ella, espero que les guste.
Compartíamos la ducha con mi novia, nos encanta observarnos sin disimular,
memorizarnos cada rincón de piel y quemarnos por dentro al sentir el recorrido
de nuestros ojos. Ella totalmente desnuda, tenía la piel brillosa, mojada por
los surcos de agua resaltaba cada curva de su cuerpo, un monumento de mujer sin
exagerar… no me escuchó cuando entré al baño, ni cuando me quité la ropa en
segundos mirándola con la boquita abierta…tan excitada con esa imagen ante mi,
me perdí en mis instintos y un calor tan intenso insoportable me carcomía en lo
más profundo.
Entré en la bañera con mi piel hirviendo, quemaba de deseo por mi mujer y ni
toda el agua del mundo podía calmarme, estaba a centímetros de la cosa más rica
e irresistible que conocí en mi vida….las piernas carnosas con una formita
perfecta, más arriba su culo, parecía una manzanita durita parada preciosa, de
esas que uno ver por la calle y dan ganas de morderlos y agarrarlos con las dos
manos… seguir por su espalda, notando su cintura muy marcada, el sueño de
cualquier mujer y terminando con unos hombros muy femeninos, proporcionados a su
figura delgadita…
Me apoyé en su cuerpo sin dejar espacios y la pegué a mí. En el instante que
hicimos contacto una electricidad nos recorrió enteras, nuestra respiración se
volvió pesada y profunda… hablaba por nosotras, no hacia falta palabras, ella
giró la cara y capturó mi boca con su labios metiendo su lengua enredándola con
la mía, yo tenía mis manos presionando muchísimo su cintura y las arrastraba
hacia su cadera en un movimiento muy sensual de ida y vuelta… calentándola y
devolviéndole el beso tan rico de bienvenida… nos devorábamos hambrientas, las
dos tenemos los labios llenitos, unas bocas dibujaditas con las que podemos
pasar horas y horas comiéndonos y es un placer único.
Continuábamos jugando con nuestras lenguas, chupándonos muy rico, respirábamos
con la boca abierta, su cara pegada ala mía, primero acariciándome con su mano
la zona de mi cuello, la nuca acercándome con fuerza hacia ella…y después al
subir las mías por sus pezones y pellizcarlos de una forma que la hacían temblar
y seguir manoseando sus tetas apretándolas como si quisiera exprimirlas, apoyó
sus brazos sobre la pared de la ducha y se inclinó de forma que dejo su culo
casi metido en mi conchita haciéndome explotar, regalándose como una puta
ofrecida, mi putita rica.
-¿Así está mejor amor?
Me dijo con vos excitada provocándome, abrió las piernitas y sentí como mi
conchita chorreaba latiendo calentita, mi mente se nublaba y mi cuerpo reaccionó
con una furia mezclada con deseo que no podía controlar, solo quería escucharla
gemir, gritar y llorar como una puta barata que le duele lo rico que le rompo el
agujero de su concha rosadita …y por ahí empecé metiéndole la punta de mis 4
dedos comprobando lo mojadita que estaba y jugando un ratito adentro suyo, con
sus jugos en mis yemás esparcirlos por toda su conchita subiendo por su clítoris
y frotarlo muy duro metiendo presión, la sentía con su respiración entrecortada
disfrutar, unos jadeos suaves se le escapaban de la boca – uhhhmmmmm asiiiiiiii…mmmmmmmm
bebe shhhh que ricccooooo, Ahhhhhhh…
Yo me la seguía cogiendo mientras le preguntaba con voz de puta complaciente si
le gustaba así (tengo una buena voz
y la se usar muy bien con mi chica jeje ) y la apoyaba con todo mi cuerpo
mientras las dos nos movíamos a un ritmo lento pero intenso que nos fascinaba,
en su espalda tenía mis pezones duritos acariciándola, haciéndose sentir
mientras mis tetas se balanceaban inquietas .. y abajo mi coño muy mojado, no de
la ducha tan rica que nos dábamos sino de mis flujos vaginales que chorreaban
por su culo mientras me más turbaba con sus nalgas duritas y suaves que me
hacían perder la razón… por mi cabeza me lamentaba no tener un cinturón ahí
mismo y penetrarla con una pija hasta dejarla sin aire…
Con mi mano libre corrí su pelo a un costado y comía su cuello, seguía en su
orejita mientras la acariciaba por toda esa zona…ella hecho su cabeza para atrás
y nos besamos mordiéndonos la boca con una calentura insoportable, nos
succionábamos las lenguas como si quisiéramos arrancarlas, nuestras conchitas
seguían chorreando y ninguna de las dos podía esperar más. La tome brusca de la
nuca y la obligue a ponerse en la misma posición de antes… entregándome su culo
y la los labios de su sexo que se podían ver hinchados y abiertos de la
excitación… con esa tremenda vista me babeaba… moría de ganas de hacerla mierda
que me pida que pare y seguir dándole muy duro sin que me importe nada.
Agarré un mano suya y la metía en su entrepierna mientras le decía al oído
lamiéndoselo: - a ver chiquita seguí vos… hacete una paja te quiero escuchar mi
putita- empezó a gemir más fuerte que antes y con un ritmo muy fuerte y rápido
mientas retorcía su clítoris a su gusto, yo podía sentir mis cara afiebrada y mi
corazón latiendo enloquecido… ahí estaba la mujer que amo y de la que estoy
profundamente enamorada, complaciéndome en todo esperando que me la folle como
la más puta veterana de todas…agarré el shampoo sin dejar de mirarla y empecé a
embadurnarme las manos, la besaba y succionaba toda su espalda mientras metía un
dedo en su ano y se lo esparcía con champú en la puntita… ella tembló entera de
solo tocarla en el agujero de su culo.. Volví a besar su espalda, subí a los
hombros, se los mordía y otra vez metí en su culito mi mano y dos dedos se
colaron en su ano metiéndose unos dos centímetros…tembló otra vez y gimió de una
forma que jamás la escuche así….con la respiración muy pesada me empezó a
repetir que le rompa el culo: mmm, asíííí, haceme mierda bebe, rompémelo,
penetrame cosa rica…
La hice callar metiendo cuatro dedos de golpe hasta el fondo de su ano que casi
la dejo sin aire, sentí su carne abrirse de golpe, su culito dilatado a la
fuerza, y seguí metiéndoselo más y más al fondo, mis dedos giraban a dentro suyo
y la sentía por momentos sin fuerzas en las piernas, sostenía su pancita con un
mano pegándola a mi…y escuchar los jadeos y su respiración cortada de ese
momento fue la gloria y se que hombre o mujer hubieran pagado para estar en mi
lugar…cuando se iba acostumbrando a mi mano adentro suyo empecé a bombearla
saliendo y entrando de ella sin piedad…la sentí incapaz de seguir parada,
temblaba de placer y gritaba de gusto cada vez que mi mano la penetraba hasta el
fondo y escarbaba jugando con mis dedos bien profundo en su orto riquísimo...
Mi chica estaba por llegar y tenía que darle el toque final a esa culeada
espectacular, la pegué con el cuerpo entero sobre la pared y agarrando la muñeca
de mi mano como si fuera el extremo de una pija, empujé mi mano entera y se la
metí muy duro en el culo mientras gritaba de dolor disfrutando que le rompa el
ojete…y esa sensación tan rica cuando sus músculos se contrajeron y todo su
cuerpo se paralizo de placer…
Me lo confirmó segundos después...jadeándome sonriente… repitiéndome te amo y
pidiéndome la bese… le gustó y cuando fue su turno me hizo descargar toda esa
leche contenida en mi cuerpo…pero eso se los cuento en la próxima.
En el ascensor
EN EL ASCENSOR - Mi viciosa vecina contemplaba mi encharcada intimidad y se entrego a una larga serie de succiones y lameteos que me hicieron alcanzar una increible serie de orgasmos mientras ella saboreaba golosamente mi cueva
EN EL ASCENSOR Mi viciosa vecina contemplaba mi encharcada intimidad y se entregó a una larga serie de succiones y lameteos que me hicieron alcanzar una increíble serie de orgasmos mientras ella saboreaba golosamente mi cueva
Me llamo Mónica, tengo algo más de treinta años, y la verdad
es que nunca había hecho demasiado caso a los maliciosos cotilleos que
circulaban por el bloque en el que vivo con mis padres, respecto a que mi amiga
y vecina Paqui, de mi misma edad, era una lesbiana.
He de reconocer que algunas veces me había dado la sensación de que me miraba
con un cierto deseo e interés. Pero como ella nunca me había hecho la más mínima
insinuación achaqué mi impresión a haber oído esos rumores, y no le di ninguna
importancia.
Ese día iba a salir de compras con mi amiga, y estaba muy contenta porque,
gracias al buen tiempo, podía volver a ponerme un vestido de primavera que me
gustaba mucho, pero que me costaba horrores de abrochar ya que tenía un montón
de odiosas trabillas en la espalda que eran muy difíciles de ajustar.
Dio la casualidad de que también estrenaba un coqueto sujetador calado con
cierre por delante, realmente precioso, que me ayudaba a realzar todavía más mis
ya de por sí grandes y firmes pechos; que siempre he pensado que eran la parte
más atractiva de mi anatomía, dado que es en la que más se fijan todos los
hombres que conozco.
Mi vecina iba con una corta minifalda, que le permitía lucir sus largas piernas;
y un fino suéter, que lucia como de costumbre sin sujetador. Pues, en verdad,
sus pequeños senos apenas necesitan nada que los mantenga firmes. Aun así en más
de una ocasión le había aconsejado su uso, aunque solo fuera para disimular los
traviesos y puntiagudos dardos de carne que se marcaban claramente en la ceñida
blusa, como queriendo atravesarla. Les cuento todos estos detalles para que se
hagan una idea de lo mal que lo pasé cuando nada más arrancar el ascensor, en el
que por suerte bajábamos las dos solas, noté que se me soltaba el cierre del
sujetador. Así se lo dije a Paqui, y esta paró el ascensor de inmediato. Le
comenté que tendríamos que subir hasta mi casa a que me lo pusiera bien, pero
ella me dijo que lo más seguro es que no hiciera falta llegar a esos extremos.
Después, soltándome el lazo del vestido con desenvoltura, se metió hábilmente
debajo del mismo, para intentar arreglar la incómoda situación allí mismo.
Yo me sentí muy violenta, sobre todo cuando noté la insinuante presión de su
rodilla en mi intimidad, bien instalada entre mis piernas separadas, pues mis
braguitas eran muy finas y me hacían notar todos sus roces con demasiada
intensidad. Pronto sentí su cálido aliento entre mis senos; y, aunque no vi
ningún motivo para ello, noté como apretaba suavemente mis pechos, al mismo
tiempo que conseguía cerrar de nuevo el sujetador. Mientras Paqui salía de
debajo de mi vestido pude notar claramente como se apoyaba, brevemente, en mi
sensible entrepierna. La verdad es que no me enfade lo mas mínimo ante su
osadía; al contrario, me sentí bastante excitada con la insólita experiencia.
Por eso me puse roja como un tomate y no me atreví a mirarla de nuevo a los
ojos. Ni siquiera cuando, a los pocos instantes de arrancar, noté que se me
volvía a soltar el sujetador. Al oírme maldecir se imaginó lo que sucedía,
volvió a parar el ascensor y, dedicándome una sonrisa de lo más turbadora, se
introdujo de nuevo bajo mi vestido.
Esta vez Paqui palpó de manera rápida, pero claramente posesiva, toda mi
intimidad por encima de las bragas, antes de llegar a mis pechos, que ya
temblaban de excitación. Y durante todo el tiempo que estuvo bajo el vestido, el
continuo roce de su inquieta rodilla se hizo tan insidioso que termine por
empapar las braguitas con mis dulces flujos.
Luego, al llegar a la altura de mis turgentes senos, abrió totalmente el
sujetador, aunque no venía a cuento. Dedicó todo el tiempo que quiso a
contemplarlos con detenimiento, mientras yo sentía su cálido aliento a escasos
centímetros de mi piel más sensible.
Después utilizó las dos manos para, con mucho tacto, y unas caricias tan suaves
como enervantes, volver a introducir uno de los senos dentro de su copa. Como
vio que yo no decía nada (aunque mi corazón latía a toda máquina y mi
respiración era cada vez más agitada), al introducir mi otro seno en su copa
correspondiente, me masajeó a fondo todo el pecho; amasándolo, y estrujándolo,
de una forma realmente cariñosa y sensual.
En vista de mi pasividad aprovechó la estupenda ocasión que le brindaba para
acariciar y jugar, dulcemente, con mi grueso pezón rosado; hasta que este,
agradecido, se endureció como una pequeña piedra entre las amorosas manos que lo
cobijaban.
Una vez que Paqui hubo abrochado mi sujetador, no puso el menor disimulo en
apoyar toda la palma de su mano en mi excitada entrepierna; llegando al extremo
de deslizar uno de sus dedos a lo largo de mi húmeda rajita, antes de salir del
vestido, con una sonrisa de oreja a oreja. Pues mientras salía sus dedos se
deslizaban por encima de mis bragas, de un modo turbador, empapándose en el
abundante fluido que encharcaba la prenda.
Después, ya con el ascensor en marcha, me miró fijamente a los ojos, y empezó a
oler su mano como si se hubiera probado el mejor de los perfumes. Yo estaba tan
cortada que no hacerte a reaccionar, ni siquiera cuando se me volvió a soltar el
cierre del sujetador; pero se me debió de notar en la cara, pues ella, sin
necesidad de consultarme, volvió a detener el ascensor. Esta vez, sin decirme ni
una sola palabra, se fue directa al asunto. Paqui solo se detuvo unos breves
instantes en juguetear con mis húmedas braguitas, haciendo que sus hábiles dedos
con solo unos movimientos separaran mis labios menores hasta provocar un
indecente bostezo, antes de llegar de nuevo ante mis pechos.
En cuanto abrió el sujetador del todo, perdió solo unos momentos en recrearse la
vista con el abrupto paisaje, antes de empezar a masajear uno de mis senos con
sus largos y hábiles dedos. Su boca, y su lengua, se encargaron de que el otro
se convirtiera en un autentico volcán; y pensé, al sentir sus maravillosos
mordisquitos en mi pezón, que me iba a correr en cualquier momento.
Pero fue su otra mano, la que introdujo dentro de mis bragas, para explorar mi
todavía virginal cueva, la principal culpable de que me corriera como nunca
antes lo había hecho, mientras mordía mis manos para amortiguar los escandalosos
jadeos que emitía.
Mi viciosa vecina no se conformó solo con eso y, desentendiéndose de mis
agradecidos pechos, bajó su cabeza hasta llegar a la altura de mi entrepierna.
Allí, después de bajar mis braguitas hasta sacármelas por los tobillos, se
dedicó a contemplar a su gusto mi encharcada intimidad, generosamente expuesta
ahora que por fin podía separar mis piernas mucho más, como ella deseaba.
Pronto se entregó a una larga serie de succiones y lameteos que me hicieron
alcanzar una increíble serie de orgasmos que, aún hoy, los recuerdo y me
tiemblan las piernas.
Sobre todo el último que alcancé dentro de aquel ascensor, en el que Paqui
además de pellizcarme el abultado clítoris con una mano mientras saboreaba
golosamente mi cueva, se las ingenió para introducir uno de los expertos dedos
de su otra mano en mi estrecho orificio posterior; incrustándolo casi por
completo en su interior antes de empezar a maniobrar hábilmente, consiguiendo
arrancarme un auténtico aullido de placer. Quedé tan floja después de este
violento orgasmo que me tuve que apoyar en mi amiga, debido a que mis débiles
rodillas amenazaban con doblarse de un momento a otro.
Desde luego ese día no fuimos de compras, subimos a su casa y me enseño todo lo
que una mujer puede enseñar a otra respecto a los secretos del amor. Desde
entonces vivimos juntas, y no hay día que no riamos al recordar la cara que
pusieron los ancianos vecinos que abrieron, aquella mañana, la puerta del
ascensor, y vieron el aspecto que teníamos.
La doctora sexo
LA DOCTORA SEXO - La doctora observaba como la enfermera bajo su boca hasta mis pechos y me lamia los pezones, con lametones amplios y salivosos y otros con circulos con la lengua. La doctora rellenaba un historial
LA DOCTORA SEXO La doctora observaba como la enfermera bajó su boca hasta mis pechos y me lamía los pezones, con lametones amplios y salivosos y otros con círculos con la lengua. La doctora rellenaba un historial
La verdad es que costó mucho que mi marido me convenciera de
la conveniencia de acudir a la cita con aquella enigmática mujer. La doctora
A.J.T, más conocida como la doctora sexo por sus milagrosas soluciones a los
problemas sexuales. Aquel anuncio, en la tercera página de un periódico local lo
decía bien claro. "Si tiene un problema sexual no se amargue la existencia.
Acuda a mí"
Somos un matrimonio bien avenido. Él tiene 29 y yo tengo 24. Soy rubia, de pelo
largo y ondulado, mido 1,70, así que me considero bastante alta, sobre todo
cuando llevo tacones de aguja como el que llevaba el día que fui a ver a la
doctora. Tengo una línea bastante apetecible, ojos verdosos, cara ovalada, nariz
recta, labios sensuales. Siempre me he considerado un bombón y no me han faltado
pretendientes y he disfrutado del sexo con mi marido y. ¡Uy! ¡Que se me escapa!.
Bueno, con otros hombres.
Desde hacía meses, no sé, no me corría. Lo intentaba disimular a mi marido, pero
es inútil intentar ocultarle algo así. Hace unas semanas me propuso visitar a la
doctora sexo y yo, finalmente, después de pensarlo mucho, acepté.
Tocó mi marido al timbre en una puerta en la que había una triste indicación
"Consultorio erótico". Nos abrió una chica enfermera, que parecía vestir algo
así como un uniforme de enfermera, blanco, pero la verdad es que, a bote pronto,
a mí me pareció una puta. Era bajita pero delgada, de cuerpo gracioso, de curvas
marcadas. Su falda dejaba asomar unos muslos gorditos y bien contorneados. Era
dulce explosiva. A mi marido se le iban los ojos detrás del meneo del culo. Le
dí un codazo.
- ¿Los señores P.? Pasen a la salita por favor.- Sus tobillos asomaban desnudos
de las zapatillas y la pierna se alzaba depilada hasta ocultarse en la falda.
Tenía dos pechos de los que se podían ver su magnitud por lo profundidad del
canal. Su pelo era azabache, como el color de sus ojos.
Nos condujo hacia una salita y al cabo de un rato, nos llevó hasta el despacho
de aquella mujer, de cuya pared sólo colgaba un titulillo dado por una academia
que nadie conocía y para colmo, escrito en inglés.
La doctora nos rogó que nos sentáramos y al fin levantó la cara de un libro
viejo que parecía de medicina. Era una mujer de unos treinta y cuatro años,
rubia de pelo lacio que peina con una coleta larga, con la frente surcada por
las primeras e incipientes arrugas, de ojos azules.
Llevaba una bata blanca abrochada, gafas que le dan un aspecto de empollona. Me
fijé en sus dedos largos, sus manos delgadas y un anillo de acero en el anular.-
¿Y bien? Ustedes dirán.-
- Pues verá, doctora, mi mujer...mi mujer no se corre.-
La doctora me miró y preguntó:
-Y eso ¿A que se debe? -No lo se. -Y tú ¿Qué dices?.- Me miró la doctora. -¿Te
puedo tutear, verdad?.- Y antes de que le contestara.- ¡Total, me vas a enseñar
el conejo dentro de un rato! ¡Ja ja ja ja.-
-Pues verá...es que no lo sé- Estaba colorada. La doctora interpretó que me daba
vergüenza de hablar del tema delante de él. -¡Caballero! ¡Va a ser mejor que se
vaya usted fuera!.-
Mi marido estaba que no se creía lo que sucedía, pero aquella enfermera morena
lo empujaba prácticamente fuera. La doctora volvió a la carga. -Es mejor así,
así puedes contarme todo lo que piensas, cariño ¿Es él, verdad? ¡Dime que es él!
¡Ellos siempre tienen la culpa!- La doctora me había cogido la mano. La aparté
con cierta brusquedad.
-No es mi marido... es que ya no siento lo mismo, es algo psíquico... o físico.
-¡Sensorialmente!- La doctora sexo se puso de repente de pié al decir esto,
parecía una iluminada. -¡Muy bien! ¡Manos a la obra! ¡Voy a reconocerte!
¿Marga?-
Así que así se llamaba la enfermera, Marga. -Por favor, Marga, ayude a la
enfermera a desnudarse.-
Me fui a desabrochar los botones de la camisa cuando de repente sentí lo pechos
de la enfermera en mi espalda. Noté sus brazos a un lado y otro de la cintura y
su cara sobre mis hombros y sentí como desabrochaba mi falda.
-¡Ay! ¡No se para que me he desabrochado la camisa!.- Dije aún un poco
escéptica, al sentir la falda caer a mis pies.
-¡No importa, chata! ¡es mejor que se desnude toda!- Decía la doctora mientras
me miraba con cara de maruja cotilla.- ¡Anda, ayúdale a quitarse las medias!.-
Marga deslizó sus manos por mis piernas, desde la parte alta de mis muslos hasta
mis tobillos haciéndome sentir unas cosquillitas muy raras en mis piernas y en
mi vientre. Me quité la camisa. Quedé así sólo con braguitas y sujetador. Eran
unas prendas discretas y elegantes que hacían juego la una con la otra. Sentí
las manos de Marga en mi espalda y mi sostén desabrochado. Puse mis manos sobre
las copas para que no se cayeran. Me quedé muy sorprendida, pero más aún lo
estuve cuando Marga tiró un poco de mis bragas hacia abajo. Mi reacción fue
soltar el sostén y agarrarme las bragas. Sólo fue un ardid para agarrar mi
sostén y quitármelo.
-Verás cariño. Tenemos que probarte ante determinados estímulos. La terapia
puede resultarte chocante pero funciona en un 95 % de los casos.- La doctora se
sentó y llamó a su asistenta .-¿Marga? ¡Proceda!.-
Marga, en un momento, se desabrochó la bata blanca y salió de ella mostrando el
cuerpo de una morenaza de pechos firmes y respingones, exquisitos. Sus pezones
eran dos fresas puntiagudas y oscurecidas, bien delimitadas.
-Lo primero que vamos a hacer es probar la respuesta al estímulo pezonales.-
Marga se acercó a mí tanto que estaba rozándome con sus pezones la parte baja de
mis pechos. Yo era más alta que ella. Se cogió a mi cintura y empezó a
restregarse contra mí. Se puso de puntillas lo justo para hacer coincidir los
dos pares de pezones. Tenía unos pechos suaves y consistentes. Sus bolas se
movían suavemente contra las mías.
A mi aquello me ponía cachonda. Nunca lo había hecho. La verdad es que pensarlo
me daba asco, pero hay que tener en cuenta que aquello sólo era una terapia.
Vamos, digo yo. Sus manos se deslizaron desde mi cintura, a través de mis
caderas hasta las nalgas. Tiró de mis bragas hacia arriba y sentí incrustarse la
tela en mi sexo y meterse entre los cachetes del culo. Marga buscó mi boca,
encontrando mi rechazo, al menos las dos primeras veces que lo intentó. Pero
como era tan pesada y sus labios eran tan rojos y tan blanditos, me entregué a
sus besos a la tercera y mi boca ya se fundió con la suya sin remedio. Al fin y
al cabo, era parte del tratamiento. Yo cerraba los ojos y abría los labios y
ella,, metía su lengua.
Sus manos se deslizaron por su cuerpo, esta vez en dirección a mis pechos que
tomó con determinación, me rozó entonces los pezones con ambos pulgares,
sintiendo yo que un calor recorría todo mi cuerpo. La doctora me miraba por
encima de las gafas.- Uhmmm, vaya, parece que sí que le funcionan los
pezones...A ver...dale unas lamiditas.-
A metro y medio de nosotras, apoyada sobre la pared, la doctora observaba como
la enfermera bajó su boca hasta mis pechos sin soltarlos de sus manos y me lamía
los pezones, con lametones amplios y salivosos unas veces y otros,
circundándolos con la lengua. La doctora rellenaba un historial.- Se le ponen
gordos y excitados...funcionan correctamente.-
La noté que avanzaba por mi espalda mientras Marga continuaba mamándome ahora, y
sentí sus dedos largos y fríos sobre mi espalda y poco a poco, deslizarse hasta
mis nalgas y siguiendo la escondida textura de mis bragas, tocar, bajo mis
nalgas el rincón más íntimo de mi cuerpo - Pero ¡Si está muy mojada! ¡Coño! ¡Yo
diría que funcionas de putísima madre!.-
Eché mi cuerpo hacia detrás.. Marga mordió mi pezón con los labios y apretó,
mientras que el otro pecho era apretado con la mano entera.. La doctora me
susurró al oído -Pero que caliente estás.- Y dicho esto, cogió de mi pelo lacio
hacia atrás y al destapar mi oreja, introdujo su lengua todo lo profundo que
pudo, haciendo que mi temperatura aún subiera más y sonsacándome un susurro de
placer.
La doctora, una mujer templada, de treinta años, volvió hacia su sillón detrás
de la mesa. -Marga, trabájale un poco los piés.- Y luego, mirándome a mí me
dijo.- Es un punto que conocen los chinos en el que se produce el estímulo
sexual, no te preocupes.
Aquella morenaza debía tener unos 22 años. Me tomó de las manos y me llevó hasta
una camilla de esas que hay en las consultas de los médicos. Me tumbé sobre ella
mirando al techo. Marga recorrió mi cuerpo con la yema de sus dedos dirigiéndose
a través de mi pierna hacia uno de mis pies. Lo tomó entre sus manos como un
tesoro.- ¡Uhmmm! ¡Qué rico! ¡Tierno y carnoso como me gustan!.-
Acto seguido notaba su lengua humedecer varias veces la planta de mis pies y
luego entre las comisuras de los deditos. Me hacía unas cosquillas
deliciosamente insoportables, unas cosquillas que sobrepasaban la región de los
pies y se extendían por todo el cuerpo, desde la nuca hasta los pezones y el
clítoris, pasando por la columna vertebral. La doctora sexo tomaba nota y
finalmente ordenó nerviosa, desabrochándose un botón de la bata.- ¡Cómele el
coño de una vez!...¡Uy!...¡Perdón!...¡Proporciónale un estímulo clitoriano!.-
-¿Queee? ¡Nooo! -¿Cómo que no? ¡No te puedes negar a hacer esta parte de la
terapia! ¿Es que deseas ser frígida toda tu puta vida?.- Decía la doctora
enfurecida. -Yo....Yo... -¡Maaaarga!
Marga se decidió a tomar los bordes de mis bragas, los de la cintura, y tiró de
ellos hasta poner mis bragas a la altura de las rodillas. Entonces metió su mano
por uno de los huecos de las bragas por donde salen las piernas y agarró con los
dedos el borde e hizo un nudo, de manera que mis piernas quedaron amarradas por
las bragas. Acto seguido las puso sobre unos de sus hombros, así que mi sexo
quedaba a su merced -¡Mira!- La escuché decir entusiasmada.
La doctora se levantó rápidamente y fue al lado de Marga.
- ¡Es un coño perfecto!- Dijo la doctora. -¡Qué rajita más bonita me voy a
comer- contestó Marga.
La doctora se quedó detrás de Marga, observando lo que su auxiliar hacía, con
los brazos cruzados, mientras Marga pasaba la yema de sus dedos corazón y anular
sobre mi rajita y los deslizó a través de ella separando suavemente ambos labios
y rozando la crestita excitada de mi sexo.
Intenté taparme el sexo con las manos, pero la doctora, previendo mis
intenciones, con un movimiento rápido y expedito me agarró los brazos, y
cogiéndome de las manos, las llevó por encima de mis hombros. Marga seguía con
los dedos acariciando mi raja para de pronto introducir el dedo corazón en la
raja, primero horizontalmente y luego, a la segunda, verticalmente, por lo menos
hasta la primera falange.
-¡Ahhhh!.- Gemí. -¡No temas cariño!- Dijo la doctora, luego, la ví apretar la
mandíbula y decirme.-¿Te vas a estar quietecita? ¿Eh? -¡Siiiii! -Marga, quítale
las bragas para que pueda abrir bien las piernas.-
Al sentir mis piernas libres realmente las abrí, pero para poner cada una de mis
pantorrillas en uno de los hombros de Marga. Ésta se agachó hacia mí haciendo
doblar mi cintura y mientras introducía más aún su dedo, comenzó a lamer los
pezones de mis pechos, que asomaban entre mis muslos abiertos. Mi sexo estaba
empapado y el dedo de Marga entraba y salía lubricado.
Marga se mostraba confundida y la doctora sexo también, después de cinco minutos
de magreo continuado y de mete-saca de dedo, yo estaba muy caliente, enloquecía
de placer, pero no me corría. Marga acompañaba sus metidas y sacadas de dedo con
lametones a mi clítoris y hasta la propia doctora se comía mis tetitas y las
acariciaba con una mano, mientras con la otra se desabrochaba los botones de
abajo da la bata y se introducía la mano entre las piernas. Miré más
detenidamente y vi que su mano estaba dentro de sus bragas, que era lo único que
llevaba sobre la bata. "Eso debe ser para que la enfermera no se sienta
discriminada". Pensé.
La doctora no perdía ojo de cómo la enfermera me "trabajaba" el sexo. Ya estaba
visiblemente enfadada.
- ¡Pues sí que está dura la puta esta!.- Al oírla hablar así de mí mi
temperatura subió un grado.
- ¡doctora, yo hago todo lo que puedo.- Le dijo Marga. -¡Ya lo se! ¡Coño!.-
Luego, más calmada le dijo -¡Venga! ¡Fóllatela! -¿Queeee? ¡A míiii?.- Dije un
poquito asustada -¡Calla ya! ¡Coño! ¡Tú hoy no te vas de aquí sin correrte como
una guarra!.-
Marga se apartó de mí. Yo intentaba incorporarme pero la doctora, que aún me
agarraba de las manos me lo impedía. Luego, cuando ya estaba yo más calmada, es
decir, que ya me había hecho a la idea de que me iban a follar sin saber muy
bien cómo, la doctora, "para que no me enfriara" se puso a acariciar ella misma
mi sexo con sus dedos largos y delgados, que tan bien me demostraban lo mucho
que conocía su oficio.
Sus dedos acariciaban cada rincón de mi vagina, causándome un placer y una
excitación enorme, pero sin conseguir que me corriera. Me despisté de que era lo
que Marga hacía, así que cuando la vi pasar delante de mí me llevé una sorpresa
al ver que en su vientre se cruzaban una serie de correas que venían de la
cintura y que sostenían justo a la altura de su clítoris ¡Una polla!.
Intenté resistirse, pero una vez que Marga me cogió una de las piernas, le fue
fácil separarla y meter su cuerpo entre ellas y acercarse poco a poco hacia mí,
agarrándome ambos muslos a cada lado de sus caderas con sus fuertes brazos. La
doctora abrió mis labios y sostuvo aquella polla semiflácida lo suficiente como
para que la cabecita negra de aquella serpiente encontrara un sitio por donde
meterse poco a poco. Pareció que el prepucio me miraba antes de meterse en mi
vagina. Sentí mi vagina ocupada, pero esta vez de verdad, por algo gordo y
largo.
Me fijé en que Marga tenía los pezones puntiagudos. Sonreía pícaramente. Se
separó levemente de mí haciéndome partícipe de una sensación de liberación y a
la vez de frustración, que se tornó al sentir aquella serpiente de látex
introducirse de nuevo en mi vagina.
La doctora lo controlaba todo, participando con la lengua y sus dedos en la
operación, besando mi boca y acariciando mis pezones.- ¡Ya sabía yo que lo que
tú necesitabas era una buena polla!.-
Me volví a estremecer cuando Marga volvió a realizar el movimiento de caderas
completo, muy despacio. Cada vez que lo hacía, sentía un enorme placer. Pero al
cabo de un largo tiempo, Marga se desesperaba otra vez y la doctora sexo se
enfurecía -¡No entiendo que le pasa a esta puta! ¡Pero coño! ¡Si se lo está
pasando en grande! ¡Por más caña que le des!.-
Sentí entonces como la doctora extendía mi mano hacia mi sexo y agarraba mi
clítoris entre los dedos, lo arrancaba, estiraba de él. Se le soltó otro botón
de la bata y sentí en mi mejilla la suavidad de una masa de carne que resultó
ser uno de sus pechos. Deseaba mamar de él, busqué su pezón, pero la doctora,
que estaba muy concentrada en mi sexo, se levantó de golpe.
-Voy a probar con "literatura a ver que tal...Por que a lo mejor lo que te pasa
es que eres de esas mujeres que disfrutan follando mientras su marido las llama
zorra...o puta! -El otro día tu marido estuvo aquí, quería ver si la culpa es
suya y la verdad es que lo probamos y sabes...funciona de puta madre ¿Verdad,
Marga?.-
Me puse furiosa al escuchar aquello, intentando separarme de Marga inútilmente.
La doctora entonces me volvió a coger los brazos de nuevo y Marga comenzó a
embestirme con furia. Al cabo de un rato la doctora proclamó su fracaso - Nada,
ni literatura, ni pasión, ni violencia. Me voy a dar por
vencida....espera...sólo queda....¡A ver! ¡A ver!.-
La doctora metió su mano por debajo de mis nalgas. Sentí como sus dedos se
disputaban un aparcamiento dentro de mi sexo con la negra serpiente, pero luego,
su mano descendió, hacia donde el sexo deja de ser chichi y se convierte en culo
y luego, después de acariciarme allí durante un rato que se me hicieron un siglo
de intenso placer, dirigió su dedo hacia mi agujero oscuro, se hundió entre las
nalgas y me rozó mi último reducto virgen. Aquello, después de todo lo que había
recibido, me puso como una moto, comencé a moverme yo misma contra el vientre de
Marga, a ser yo la que se follaba a la serpiente negra.
-¡Ah! ¡Así que es esto! ¿Eh?. - ¡Eres una genio, doctora!.- Asentía Marga
Su dedo comenzó a acariciar mi ojete y luego a intentar introducirlo con una
presión creciente. Empecé a suspirar, a gemir de placer, a correrme
-¡Aaaaahhhhh Ooooohhhhh Aaaaahhhh! -Tócale tu el ojete.
Le dijo la doctora a Marga mientras ella se dirigía al armario que había detrás
de su mesa. Marga, mientras me seguía metiendo y sacando aquello despacio, me
agarró una cacha y fue metiendo poco a poco la mano hasta que sus dedos me
rozaban el ano. Luego, así mientras iba sacando su falo de mi sexo, prolongando
de esa manera unos segundos más el clímax del orgasmo ya pasado y se echó sobre
mí para comerme las tetas. Aquellas caricias post-orgásmicas eran tan
deliciosas.
La sombra de la doctora se proyectó sobre nosotras. La miré y ante mí estaba,
como una amazona lista para el combate. Desnuda, delgada, el espectro de una
yegua famélica. El pubis poblado de pelos rubios, y en medio de él, sostenido
por un juego de correas como el que Marga lucía, un pene postizo, de dimensiones
más reducidas al que me acababa de penetrar. Éste, eso sí, de color rosa intenso
y brillante. Marga se separó de mí y la doctora sexo me ayudó o me obligó a
levantarme cogiéndome del brazo.
-¡Ahora vamos a ver si de verdad lo que te pasa es que te gusta recibir por el
culo!
Me cogió de los pelos y me obligó a darle la espalda y reclinarme sobre la
camilla, algo más levantada que si estuviera de rodillas. Mi vientre se apoyaba
en la camilla pero mi torso asomaba por el otro lado. Me agarré a los extremos
de la camilla
-¡Puta! ¡Hay que ver el tiempo y el dinero que nos estás haciendo perder esta
tarde!
Me mantenía a duras penas en equilibrio en la inestable camilla. Sentí las
rodillas delgadas de la doctora clavarse en la parte de atrás de las mías, luego
su vientre sobre mis nalgas y aquel chorizo rosa me incomodaba entre las nalgas.
Lo sentí moverse entre ellas un par de veces hasta que finalmente, la doctora me
volvió a coger del pelo y me obligó a acercarme a ella doblando la espalda.
Sentí como si un tapón intentara penetrar en mi ano y tras vencer los primeros
intentos, lo sentí introducirse, haciéndome vivir una sensación hasta entonces
nueva.
El puño de la doctora sostenía el falo y se me clavaba ligeramente en las
nalgas, hasta que el miembro viril estaba bastante introducido dentro de mí. Me
soltó del pelo. Me sostenía con los brazos extendidos sobre la camilla. Ella me
cogió de la cintura con las dos manos. Mi culo se acostumbraba a sentir aquello
dentro cuando la doctora se comenzó a mover hacia delante y hacia detrás,
haciendo que su falo me rozara, y haciendo que de nuevo mi clítoris se pusiera
al rojo vivo, como mis pechos.
Una sensación electrizante me recorría el cuerpo. Ahora la doctora me agarraba
los pechos y me acariciaba el clítoris e incluso introducía un dedo dentro de mi
rajita rehumedecida mientras me follaba el culo.
- ¡Vamos Zorrita! ¡Dile a la doctora que te vas a correr otra vez! ¿Lo ves como
te gusta que te den por el detrás? - ¡Aaaaahhhh! ¡Síiiii! ¡Dame más! ¡Aaaaahhh!.-
Caí desfallecida sobre la camilla, con las piernas dobladas, sin fuerza para
sostenerme. Ella seguía con aquello dentro de mi ano, con su mano en mi sexo y
su otra mano en mis tetas, besándome la nuca, el cuello y la espalda.
-Perdona que te haya llamado esas cosas...ha sido una sesión maravillosa...ha
sido fabuloso conseguir que te corrieras...Ahora ya te puedes vestir e irte a
hacer el amor con tu maridito.- Me dijo. Marga me sonreía maternalmente desde el
otro extremo de la habitación, ya con el uniforme puesto.
Me incorporé mientras la doctora se ponía rápidamente la bata y se abrochaba los
botones. Yo no tardé en estar vestida también. Hicieron pasar a mi marido que
estaba más despistado que un cateto en Madrid. Se sentó junto a mí. Yo la verdad
es que estaba un poco avergonzada, por que no sabía si realmente me habían
sometido a un tratamiento o me habían hecho una tortilla.
-Bueno...Nos ha costado pero al final... -¿Qué le pasa a mi mujer, doctora? -Su
mujer tiene un corrimiento del erogénico hacia las zonas anales. -¡Ahhhh!
¿Y....Eso es grave?. -¿es usted tonto o qué?. Lo que quiero decirle es que a su
mujer le gusta que le trabajen el ojete! ¡Coño! ¡Que no se entera! -Pero
eso...¿es posible?. -¡Joder! ¿Es que tengo que darle por culo otra vez para que
Usted lo vea?.- La doctora luego se dirigió a mí -¡Dile, cariño! ¡Dile como has
disfrutado y las veces que te has corrido! ¿Te has corrido?-
Mi cara se sonrojaba por momento:
-¡Si! -¿Y cuantas veces? -¡Dos! -¿Y cómo ha sido la segunda? - Con....Con...¡Con
una polla en el culo!.-
La cara se me puso del color de los tomates, mientras que mi marido se puso
amarillo, pálido.
-¿Ve? Lo único que tiene usted que hacer es cambiar un poco sus hábitos sexuales
y cuando más emocionante esté el tema, pues va usted y le mete el dedillo un
poco, o le mete la punta de un plátano...cosas así.-
Mi marido extendió un cheque por el valor del precioso tiempo de la doctora y
encima le dimos las gracias. Ella me miraba feliz y satisfecha. Al salir, sobre
la mesita de recepción había una tarjeta con la dirección de la doctora, en ella
había hasta un e-mail: al que os animo a que escribáis para contarle vuestros
problemas sexuales. Si me escribís os lo mando.
Cogí la tarjeta de la doctora y la guardé contra mi pecho. Yo no se si la
volveré a ver o no. Soy capaz de inventarme cualquier cosa para volver a ir a
verla. Lo cierto es que desde que mi marido sigue sus consejos, tengo una
relación plenamente placentera y feliz.